Historia clínica detallada: Síntomas principales como acidez (pirosis), regurgitación ácida, dificultad para tragar o dolor en el pecho. Factores desencadenantes: alimentos, posición al dormir, estrés o medicamentos.
Exploración Física: Evaluación general para identificar signos de complicaciones asociadas, como pérdida de peso o dolor abdominal.
Pruebas diagnósticas: Endoscopia digestiva alta: Permite observar directamente el esófago y el estómago para detectar inflamación, úlceras o daño en el revestimiento.
Diagnóstico diferencial: El médico descarta otras condiciones, como úlceras gástricas, dispepsia funcional, enfermedad cardíaca u otros problemas digestivos.
Plan de tratamiento: Si se confirma el diagnóstico, se diseña un tratamiento personalizado con medicamentos, cambios en la dieta y modificaciones del estilo de vida.
Visualización del Esófago: Detecta inflamación (esofagitis), erosiones o úlceras causadas por el ácido gástrico.
Evaluación del Esfínter Esofágico Inferior: Examina si hay debilidad o disfunción que permita el paso del ácido al esófago.
Detección de Hernia Hiatal: Identifica si el estómago se desliza hacia el tórax, contribuyendo al reflujo.
Diagnóstico de Complicaciones: Identifica lesiones más graves como estenosis, esófago de Barrett o tejido cicatricial.
Toma de Biopsias: Permite analizar cambios celulares sospechosos que puedan indicar esofagitis crónica o riesgo de cáncer.
Registro de Anormalidades en el Estómago: Evalúa la presencia de gastritis, úlceras o infecciones por Helicobacter pylori, que pueden agravar los síntomas.